Bondis
Odio los bondis. A todos, sin distinción de número, recorrido o ramal. Simplemente los odio.
Y odio en lo que nos convertimos al relacionarnos con ellos...
A mi me pasa, por ejemplo, que me vuelvo invisible. Ya van varias veces, que esperando "pacientemente"... o, al menos intentando esperarlo lo mas pacientemente posible... el susodicho medio de transporte se detiene un poco más atrás del lugar donde comienza la fila... y pasan los primeros y se me avalanzan y me dejan relegada pasando detrás de los que estaban después de mi...
Subo, experimentando la horrible sensación de convertirme de invisible en sardina... tocando constantemente mis bolsillos, abrazando mi cartera cual oso de peluche en una noche de miedo, y rogando que mis compañeros de viaje se hayan lavado los dientes y puesto desodorante... y, ademas, suplicando que a ninguno le aprieten la pancita y expulse sus putrefactos gases...
Hoy el día estaba horrible... y veo que la lata de sardinas pasa... y no se detiene... (aunque todavía entrabamos tres sardinitas más)... y llegué veinte minutos tarde... respiré profundo mientras secaba el lagrimón nostálgico que denota como extraño a mi bici...
Por la tarde... llego a la parada del colectivo, donde veo aproximadamente 6 personas delante mio... respiro haciéndome a la idea que otra hazaña se presentaba ante mi: subir al 55 a las 19,30hs en thames y córdoba... odisea si las hay....
Pasa uno.... y no para... nos miramos entre todos, suspiramos, y confirmamos la sospecha tan temida: solo los más fuertes, valientes y perseverantes nos podremos subir al colectivo.
Pasa el segundo... tampoco para.
Se ve llegar la tercer esperanza: el semáforo lo detiene a tan solo unos metros de la parada.
Un traidor, ansioso repugnante, ubicado aproximadamente en el cuarto lugar, se adelanta. Le golpea la puerta. Lanzo un suspiro al aire, y digo en voz alta: "adelantate tranquilo, total nosotros no tenemos ganas de subir", a lo que otra agrega "si... es el único apurado, nosotros tenemos tiempo" y otro hombre sentencia "no le va a abrir". Exacto. no le abrió. Ni a él, ni a nosotros. Por supuesto que la rata cobarde no volvió a la parada, seguramente fue a otra para no ser acribillado...
Finalmente, la cuarta es la vencida: vino el cuarto, y como pudimos, subimos todos...
Por eso amo a Meridith... mi bici. Por más que ya me haya dejado de garpe más de una vez, rompiéndose pedales, manubrio, asiento... pinchándose, haciendo ruidos infernales. Pero yo la amo, porque me lleva a donde quiero, por donde quiero... porque juntas nos reímos de los que están tristemente haciendo la fila para esperar al tortuoso medio de transporte... porque me regala alegría, un vientito lindo en la cara, y me hace placentero hasta el viajar con frio...
Porque me da esa sensación de libertad que tan pocas cosas te la pueden dar...
Contador gratis
0 comentarios:
Publicar un comentario