COSAS QUE REALMENTE DETESTO...

Detesto salir a la calle los días de lluvia. Y que la gente que quiero esté por la calle cuando está lloviendo.

Detesto hablar por teléfono.
Tener que hacer tramites, la burocracia.

Detesto que el chocolate engorde. Y el helado. Y los alfajores. Y las tortas. Y las galletitas. Y, y, y...

Detesto esperar que me llamen y no lo hagan. Detesto que no adivinen lo que quiero, lo que necesito.

Detesto tener que pedir cosas.
Dar lastima. Ser pesada.

Detesto ser negativa. Quedar como soberbia, no ser el ombligo del mundo.

Detesto tener que confrontar a la gente. Que no opinen como yo. Hacer las cosas mal.

Detesto no tener ganas, estar cansada o sentirme enferma.

Detesto darme cuenta, de que podría seguir horas detestanto cosas... soy muy detestosa?


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3 comentarios:

Quijote79 dijo...

Sinceramente no debe sentirse mal, es una lista bastante corta (a mi modo de ver). O seré yo el intolerante?

Creo que, aún siendo negativo, el odio en el fondo es un sentimiento movilizador.

Natalia Avila dijo...

es preferible odiar o amar... antes q la indiferencia... no?

Quijote79 dijo...

Odio a los indiferentes. Creo que vivir es tomar partido. Quien verdaderamente vive no puede dejar de ser ciudadano y partidario. Indiferencia es abulia, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso, odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador y la materia inerte en la cual frecuentemente se ahogan los entusiasmos más esplendorosos. La indiferencia actúa poderosamente en la historia. Actúa pasivamente, pero actúa. Es la fatalidad, es aquello con lo que no se puede contar, aquello que confunde los programas, que destruye los planes mejor construidos. Es la materia bruta que se rebela contra la inteligencia y la sofoca. Lo que ocurre, el mal que se abate sobre todos, no se debe tanto a la iniciativa de los pocos que actúan, como a la indiferencia de muchos. Lo que ocurre no ocurre tanto porque algunos lo quieran, sino porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja de hacer, deja promulgar leyes que después solo la revuelta hará anular, deja subir al poder hombres que después solo una sublevación podrá derrumbar. Los destinos de una época son manipulados de acuerdo con visiones restrictas, objetivos inmediatos, ambiciones y pasiones personales de pequeños grupos activos, y la masa de hombres lo ignora, porque no se preocupa. Por eso, abomino a los indiferentes. Desprecio a los indiferentes, también porque me provocan tedio sus lamentos de eternos inocentes. Vivo, soy militante. Por eso detesto a quien no toma partido. Odio a los indiferentes.

* Extracto de “La Ciudad Futura”, revista cultural publicada por Antonio Gramsci. 11 de febrero de 1917

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